viernes, 13 de diciembre de 2019

EL GUZMÁN DE ALFARACHE de MATEO ALEMÁN

Ejemplo de novela barroca, el Guzmán representa el polo opuesto al Lazarillo; en ella abundan las digresiones morales que sofocan la narración y rompen el equilibrio entre «consejas y consejos». La finalidad didáctica y el carácter dogmático del converso Mateo Alemán convierten la novela en una prédica de las teorías contrarreformistas sobre el libre albedrío, que ofrece la posibilidad de elegir el bien incluso a aquellos que están predeterminados al mal desde el origen. De ahí que, a pesar de la deshonrosa herencia genética de Guzmán, éste consiga la salvación gracias a su arrepentimiento final. Así, el relato de las aventuras juveniles se entremezcla con los insistentes sermones pronunciados desde la conversión final del pícaro y se establece una fuerte dualidad entre Guzmán y Guzmanillo. Esta dialéctica de contrarios es el eje vertebrador del relato, que oscila entre la mentira y laNverdad, el pecado y el arrepentimiento, la condena y la salvación. En realidad, esta dialéctica guarda muchas similitudes con el esquema medieval de sentencia-ejemplo.
Por lo que se refiere a la figura del narratario, volvemos a encontrar un interlocutor estático como el del Lazarillo, cuya única misión consiste en servir de estímulo al narrador. Esta vez aparece identificado con el lector al que Guzmán pretende aleccionar, que se sitúa en una posición de cierta igualdad con el narrador y se convierte en una especie de discípulo suyo; por esta razón el pícaro huye del tratamiento de cortesía y se dirige a su interlocutor con el «tú» de segunda persona. En la novela se reiteran las expresiones para mantener su atención, pedirle paciencia o excusarse por las largas digresiones morales. En El coloquio de los perros, Cervantes responde a este exceso sermonístico en boca de Cipión, que censura las digresiones de Berganza.

En cuanto al Guzmán, esta obra se publicó en dos partes:
  • La primera (1599) relata los orígenes deshonrosos del protagonista, concebido en un auténtico paraíso, de modo que toda la historia se articula en torno al tema del pecado original hasta llegar a la redención final. Éste abandona el hogar para conocer mundo como pícaro (es la primera novela que utiliza ese término) y pierde la inocencia al sufrir la primera burla, pues le dan a comer una tortilla de huevos empollados; este episodio iniciático es un equivalente a la calabazada del ciego a Lázaro, una auténtica inversión paródica del espaldarazo y la pescozada del caballero. Como pícaro sale de Sevilla y recorre Madrid, Toledo, Génova y Roma, todas ellas ciudades en las que reina la corrupción. Al principio de la novela se inserta un relato morisco, la historia de Ozmín y Daraja, y al final una novela cortesana, la historia de Dorido y Clorinda.
  • La segunda parte (1604) lleva el subtítulo Atalaya de la vida humana. Aquí se continúa con las correrías de Guzmán en Italia y España, pero este pícaro ilustrado introduce una novedad respecto a Lázaro, pues estudia teología en Alcalá, como luego lo harán Don Pablos o el propio Berganza. Finalmente, sus trampas le llevan a galeras, donde medita su arrepentimiento. Ésta es la atalaya de la conversión desde la que Guzmán cuenta su vida.
La obra concluye con la promesa de una tercera parte que nunca llegó. No puede ser casual que Cervantes, franco competidor de Mateo Alemán y opuesto a su teoría literaria, muestre a Rinconete y Cortadillo consternados ante la contemplación de las galeras en el puerto de Sevilla o que su galeote, Ginesillo, haya escrito su vida «con estos pulgares» y sentencie un «mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren» (Quijote I, XXII).

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