domingo, 12 de enero de 2020

EL MESTER DE CLERECIA EN EL SIGLO XIII

EL MESTER DE CLERECÍA.

Llamamos Mester de Clerecía a un movimiento literario-cultural, con ánimo didáctico y moralizador, que se desarrolló en Europa entre los siglos XIII y XV. Su principal rasgo estilístico es el empleo del tetrástrofo monorrimo o cuaderna vía (estrofas de 4 versos alejandrinos, es decir, de 14 sílabas, con rima consonante y uniforme). De carácter eminentemente narrativo, la temática de este movimiento será piadosa y erudita; recurriendo con frecuencia a las hagiografías o vidas de santos (muchas de ellas tomadas de la literatura anterior en latín)

Como su propio nombre indica, el Mester de Clerecía está fuertemente relacionado con los ambientes eclesiásticos; sus autores son cultos, formados probablemente en los Estudios Generales, o en las escuelas catedráticas o monacales; y, si bien no tenían por qué ser miembros ordenados de la iglesia, su relación con ésta, en especial con los monasterios, resulta difícilmente cuestionable.

Por su carácter aleccionador-divulgativo, las obras de este movimiento optarán por las lenguas romances frente al latín, cuya comprensión estaba circunscrita a unas determinadas élites. Adoptarán, además, giros juglarescos y modismos vulgares, que facilitarán la asimilación de sus textos y los aproximarán al pueblo; si bien no ocultan su desdén por lo juglaresco y la tradición oral. “El escripto lo cuenta, non juglar nin cedrero”, afirmará Gonzalo de Berceo en su Vida de Santo Domingo de Silos. “Mester traigo fermoso non es de juglaría / mester es sin pecado, ca es de clerecía, / fablar curso rimado por la cuaderna vía / a sílabas cunctadas, ca es grant maestría” Reza el Libro de Alexandre.

Para los autores del MC la palabra escrita tendrá una veracidad intrínseca, a la que invocarán recurrentemente: “En escrito yaz esto, es cosa verdadera”, sentencia también el Libro de Alexandre.

En resumen, podemos afirmar que nos encontramos ante un movimiento integrado por autores de un nivel cultural elevado, con vocación moralista, y con una clara conciencia a cerca del potencial de la literatura como herramienta didáctico-publicitaria. Es por estos motivos que eligieron las lenguas romances, que adoptaron algunas formas populares, y que concibieron sus textos para el recitado en público.

Algunas obras que han llegado hasta nuestros días son:

Libro de Apolonio, Libro de Alexandre (ambos de autoría discutida); Libro de buen amor, de Juan Ruiz; y Milagros de Nuestra Señora, Vida de San Millán, Vida de Santa Oria, Vida de Santo Domingo de Silos, Martirio de San Lorenzo, Signos que aparescerán antes del Juicio, Loores de Nuestra Señora, Del sacrificio de la Misa, y Duelo que fizo la Virgen María el día de la Pasión de su Hijo; todos ellos de Gonzalo de Berceo.


GONZALO DE BERCEO

 La vida y personalidad de Gonzalo de Berceo han sido tema discusión durante los últimos cien años. Frente a la visión de modernistas y noventayochistas (adoptada por la crítica tradicional), que presentaba a nuestro autor como un hombre piadoso y tranquilo, casi cándido, ejemplo de la sencillez popular castellana; han aparecido, en las últimas dos décadas, de la mano de Dutton y otros investigadores, numerosas publicaciones que matizan, si no contradicen, esa percepción.

Sea como fuere, y aunque la crítica contemporánea (y nosotros mismos, humildes redactores de estas líneas) parece aceptar las tesis de Dutton; lo cierto es que las fuentes con las que contamos para la investigación son, a lo sumo, exiguas; circunscribiéndonos casi exclusivamente a las obras de GB y a los documentos notariales del Monasterio de San Millán de la Cogolla.

Es por esos textos por los que conocemos el nombre del poeta: Gonzalo, así como su localidad natal: Berceo, en la Rioja Alta. También, que era un clérigo secular, que en 1221 ostentaba el título de diácono, y en 1237 la dignidad de preste. Así mismo, por un documento que firmó como testigo, sabemos que continuaba con vida en 1246.
Se estima que debió nacer antes de 1196, y que murió también antes de 1264. 

Menos claras están su formación y su ocupación, aunque parece que cursó los Estudios Generales de Palencia, y que pudo trabajar como notario para el abad Johan Sánchéz, o por recomendación de éste. Así al menos se asegura en la copia de París de Milagros de Nuestra Señora: “Sy queredes saber quién fizo esti ditado, / Gonçalo de Berceo es por nombre clamado, / natural de Madriz, en Sant Mylián criado, / del abat Johan Sánchez notario por nombrado.”  Por desgracia, lo tardío de este manuscrito, junto con la costumbre medieval de atribución de obras, lo convierten en una fuente poco fiable.   

En cuanto al estilo y finalidad de la obra berceana, podemos remitirnos a las propias del Mester de Clerecía; si bien Michael Gerli (aludiendo a su vez a trabajos de Dutton y otros autores) añade una marcada intención publicitaria: el poeta estaría tratando de atraer peregrinos del Camino de Santiago a su monasterio, y aprovecharía para ello la creciente devoción mariana de la época (en sus obras marianas, claro está).

Ya hemos citado anteriormente la extensa producción de Berceo, no obstante, conviene repetirla en este punto para exponer su clasificación:

Hagiografías o vidas de santos: Vida de San Millán, Vida de Santo Domingo de Silos, Martirio de San Lorenzo y Vida de Santa Oria.

Obras marianas: Loores de  Nuestra Señora, Milagros de Nuestra Señora, El duelo que fizo la Virgen el día de la Pasión de su Hijo.

Obras doctrinales o litúrgicas: Del sacrificio de la Misa y Signos que aparescerán antes del Juicio

Himnos (traducciones al castellano de textos latinos): Veni Creador Spiritus, Ave maris stella y Christe, qui lux es et dies.
         
Con todo, la obra más conocida y divulgada de GB es Milagros de Nuestra Señora. Concebida para su recitado (probablemente en un hospital cercano al monasterio), está compuesta en tetrástrofos monorrimos, y consta de 25 “milagros” y una introducción de carácter alegórico que explica y da unidad a la obra.

Algunas características destacables del estilo del poeta riojano son la fluidez, devenida de su dominio del diálogo, y la habilidad narrativa, que lleva a frecuentes cambios de ritmo o a arriesgadas rupturas del hilo de la narración mediante anticipaciones o con otros recursos estilísticos que pudo aprender en las artes poéticas.

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