El Libro comienza con la llamada Oración del Arcipreste.
La primera parte sería la oración en sí, propiamente dicha, en que implora la ayuda divina para que le libre de la cárcel en la que yace. Es una introducción protocolaria, una muestra del ascetismo del siglo XIV, que mostraba a Dios presente en todo, el inspirador de la obra literaria y del arte, de todas las cosas. Esta breve oración es un fragmento en verso, de género lírico, de métrica regular (predominante en todo el libro), estrofas en cuaderna vía, versos alejandrinos (de 14 sílabas) y rema consonante de forma AAAA, arte mayor.
La segunda parte es una introducción laica. En este prólogo, escrito en prosa (género lírico), el autor afirma que ha querido recopilar, como escarmiento del lector, un vasto inventario de los males que causa el “loco amor” terreno y, a la vez, ofrecer útiles recomendaciones a quienes persistan en practicarlo. Prosigue subrayando su seria intención - de celebrar el “buen amor” de Dios y sus mandamientos - aunque entremezclada de bromas, e invita a penetrar en el meollo de sus dichos (sin quedarse en la corteza de la lectura).
El Ruego del Arcipreste contiene un conjunto de oraciones a Dios y a la Virgen en las que implora gracia e iluminación para poder elaborar su obra. Personalmente, me aventuraría a decir que la razón por la cual Juan Ruiz da tanta importancia a las oraciones y gozos (invierte mucho espacio en ellas) no es una forma de acallar a todo aquel que pueda venir contra él (la Inquisición), intenta dejar lo más claro posible la manifestación verdadera de su fe (asta el límite).
“Todo Hombre se debe alegrar”, es una advertencia al lector, un consejo de como se debe leer el libro. “Non há mala palabra, si non es á mal etendida”, el lector no debe ceder a las primeras impresiones, debe reflexionar antes de juzgar y sobre todo ser objetivo. Para esto el autor recurre a una anécdota ficticia.
Por último Compañía de las Hembras es el colofón a las reflexiones introductoras del Arcipreste. El hombre y todo ser busca la compañía de la hembra y esta compañía le lleva al pecado (nueva muestra de la constante actitud machista que ha reinado durante demasiados siglos). Esa es su conclusión (y la de la mayoría de las personas gracias a la intervención de la Iglesia que repartía esta doctrina: el hombre no peca, es la malvada mujer la que lo hace pecar). Cabe destacar la alusión del autor al gran filósofo de la antigüedad clásica Aristóteles, muestra de que Juan Ruiz era poseedor de este tiempo: “Como dize Aristóteles cosa de verdadera”.
Primeros Amores:
Nos encontramos con un conjunto de capítulos de carácter narrativo, en el que se nos cuenta la primera aventura amorosa del Arcipreste. Es ésta, la primera “dueña” que el Arcipreste pretende, una dama aristócrata y altiva.
En el contexto de su intento de seducir a esa dama, el Arcipreste introduce varias fábulas, como la del León doliente y Cuando la tierra bramaba, y las aplica a la historia sacando dos moralejas: “al cuerdo en el mal ajeno se castiga” y otra que yo interpreto como “mucho ruido y pocas nueces”.
Es en Todas las cosas son vanidad cuando el Arcipreste afronta su primer desengaño amoroso. Termina llegando a la conclusión de que necesita una compañera: “un ave sola nin bien canta, nin llora”.
Es en el último capítulo de esta parte El Arcipreste y su mensajero (carente de especial importancia en la narración) donde encontramos un buen reflejo de la sociedad y la mentalidad en la que vivía el Arcipreste de Hita.
Tras contar una leyenda en la que aparece la figura de un astrólogo, Juan Ruiz pasa a dar su opinión sobre la astrología, donde afirma que es una ciencia maravillosa y muy beneficiosa para el hombre. Inmediatamente después de decir esto, el Arcipreste dice que la astrología nada puede contra Dios. Es destacable la tensión que se advierte en el Arcipreste cada vez que hace una afirmación aventurada, pues la justifica inmediatamente con la religión. El miedo a la Inquisición es apreciable en toda la sociedad.
Con Don Amor:
Se puede calificar como una sola historia este conjunto de 21 capítulos, comenzando por la Pelea del Amor y el Arcipreste hasta El topo y la rana. En él Juan Ruiz sigue una clara estructura: habla sobre el pecado y lo ejempliza con una fábula. La finalidad de esta estructura es hacer más fácil el entendimiento de los pecados capitales a un pueblo inculto, obviamente no acostumbrado a la abstracción mítica.
El tema evidentemente es los siete pecados capitales, La idea general o esencia es el amor como causante del pecado, y el género es lírico, está en verso y la métrica es la habitual en toda la obra. Es de carácter alegórico, pues todas las reflexiones que el Arcipreste hace sobre los pecados las hace en una conversación con la personificación del amor; pero esta conversación es retórica, no recibe respuesta, por lo que es calificado de género lírico y no dramático.
Hay dos alusiones indirectas que realiza el Arcipreste a la mitología griega: “el alano con la pieza en la boca” es fácilmente comparable al mito de Narciso y en Sobre el pecado de la codicia se nos dice: “por cobdicia feciste a Troya destroyr,/por la mancana escrita, que s non devier escrevir./Quando la dió á Venus Paris por le induzir,/que troxo á Elena que cobdiciava servir”. Con esto se demuestra conocedor de todo un ciclo mitológico y de la Ilíada de Homero.
La Respuesta de Don Amor:
Comienza con este capítulo otro ciclo de historias interrelacionadas que termina con el Castigo de Doña Venus. Sigue la misma estructura métrica y el género sigue siendo lírico.
Una noche se le apareció, al Arcipreste, el Amor. Viendo a éste, Juan Ruiz rompió en injurias contra él, culpándole de haber fracasado en sus tres pretensiones amorosas. Entonces el Amor le respondió que si había fracasado era porque no había seguido sus consejos y le dio una extensa lección de galanteo. Y lo hizo de la siguiente forma:
El Amor comienza describiendo la mujer perfecta, el ideal femenino de belleza: “busca muger de talla, de cabeca pequeña/ cabellos amarillentos, non sean de alheña”. Le aconseja que contrate a una alcahueta que sirva de mediadora entre si mismo y la “dueña”: “Puña en cuanto puedas que la tu mensajera/ …/ toma d unas viejas, que se fasen erveras/ andan de cas en casa é llamanse parteras”.
Es luego cuando pasa a describir las cualidades que ha de tener el amante, mediante dos técnicas:
- El autor pone varios ejemplos, con historias (Don Pitas Payas y los Perezosos), en las que se advierte una gran comicidad, ironía, cinismo y sarcasmo. Por ejemplo en los Perezoso: “Eram muy byen apuestos é veras qúan fermosos:/ el uno era tuerto de su ojo derecho/ ronco era el otro, cojo é medio contrecho”.
- Describiendo las cualidades y buenas costumbres que debe tomar el amante: no tomar vino (ejemplificada ésta con la fábula del ermitaño); no hablar ni muy deprisa, ni muy lento; no jugar a juegos de azar, no pelear, no tener envidia, ni celos, ni hablar a otra mujer, ni mentir, …
Algo muy destacable es la crítica social que hace el Arcipreste, especialmente en “la propiedad que da el dinero”. Y de esta forma critica principalmente dos estamentos:
- La Burguesía, a la que tacha de nuevos ricos y advenedizos: “Sea un ome necio é rodo labrador,/ los dyneros le fazen fidalgo é sabydor”.
- El alto Clero, cosa sorprendente, pues este poderoso estamento, al que el propio Juan Ruiz pertenecía, que castigaba muy duramente a todo aquel que no estuviesen de acuerdo con ellos o que los criticase (mediante la Inquisición): “Yo vy á muchos monges en sus predicaciones,/ demostrar al dinero é á sus tenptaciones;/ en cabo, por dyneros otorgan los perdones,/ asuelven los ayunos é facez oraciones”.
“Yo vy allá en Roma, do es la santidat,/ que todos al dinero fazianl omildat,/ Gran onrra le fazían con gran solenidat:/ todos á el se omillan como á la magestat”. Y aquí es aún más valiente, pues acusa directamente a la Corte Papal, y con ello al propio Papa, sus cardenales y a toda la jerarquía de la Iglesia; poseedora del poder necesario para cortar su cabeza al día siguiente de la publicación de esta acusación (si no antes).
Don Melón y Doña Endrina:
Aquí el Arcipreste de Hita adapta una comedia latina medieval, llamada Panphilus de amore de la que encontramos dos clarísimas alusiones: “Doña Venus por Pánfilo non pudo más fazer” y “En lo feo del estoria diz Pánfilo é Nasón”.
Se entremezclan en estos capítulos dos géneros, el género dramático, constatado por los constantes diálogos: “respondió le la dueña, diz: non m estaría bien”; y el género lírico, que se dislumbra en las reflexiones del Arcipreste: “Los omes á las vegadas, con el gran afyzamiento”.
El argumento es el siguiente: el Arcipreste (que sin ninguna explicación deja de ser Juan Ruiz y se convierte en Don Melón de la Huerta) se enamora esta vez de una viuda, Doña Endrina. Entonces recurre a Venus y esta le recuerda los consejos que le dio Don Amor y añade otros nuevos. Pero tuvo que recurrir al Amor, pues Doña Endrina lo rechazaba, y éste le aconsejó que buscara concurso de una alcahueta, llamada Urraca (Trotaconventos). Ésta se introdujo en la casa de la dama con la excusa de vender joyas y tapices, y allí entabló conversación con dicha dama: “¡por hasalejas! ¡compradme estos manteles! - oyolo Doñ Endrina, diz - entad mon menceledo”.
La alcahueta describe a Don Melón como un hombre muy apuesto, y rico caballero, y conquista a la dama, que accede a citarse con su galán.
Destacar la agudeza psicológica de la descripción que Urraca da a Don Melón, sobre en que nota el amor de Endrina: “Los labros e la boca le tiemblan un poquillo,/ el color se le muda bermejo, amarillo./ el coraçon le salta ansy a menudillo”.
También encontramos en esta historia una gran crítica social, a la estratificada sociedad estamental: “En que sea sobrado el rico poderoso … el derecho del poder piérdese muy anya”.
Finalmente Don Melón y Doña Endrina se casan. Es esta una ambigüedad mas de la obra. ¿Representa en realidad el Arcipreste de Hita a Don Melón?, y si es así ¿Cómo puede un clérigo casarse? (y eso sin contar que tras Doña Endrína vienen otra sucesión de conquistas y relaciones amorosas, ¿es válida la poligamia para un clérigo? No lo creo).
Enmarco también El castigo de las dueñas en esta historia. Es una especie de moraleja en la que el autor viene a decir algo así como que la dama nunca ha de creer lo que le promete su amante.
Por otra parte, el Arcipreste dedica este capítulo a ensalzar la figura de Trotaconventos: “la mi leal Urraca. ¡Que Dios me la mantenga!”.
Las Serranas:
Esta historia narra las aventuras del Arcipreste con tres serranas. Cuenta como cerca de la primavera el Arcipreste se va a Segovia, cruzando la sierra, donde a la ida y a la vuelta se vio asaltado por varias serranas monstruosas que le exigieron regalos y satisfacción sexual.
El contenido de las tres historias es siempre el mismo: el Arcipreste decide pasar un día en la sierra, donde se pierde, y allí encuentra siempre una serrana dispuesta a ayudarle a cambio de favores sexuales.
Dentro de esta serie de historias se encuentra La Cantiga de la Serrana, perteneciente a un género medieval que debió de ser muy popular. Está en verso, métrica irregular de arte menor (versos octasílabos en los tres primeros y hexasílabos en la última), estrofa irregular y rima asonante.
Dictado a Santa María:
El Arcipreste visita una ermita, próxima a Hita, la de Santa María del Vado, y allí canta a la Virgen y a la Pasión de Cristo. Sin duda, lo más destacable de estas cantigas es la métrica:
- En las C. a Sta. María: versos heptasílabos, estrofa irregular, rima consonante (abab) arte menor.
- En las C. a la Pasión de Cristo: las hay de dos tipos:
· Versos hexasílabos, estrofa regular, rima consonante de forma (abababc, dededec).
· Versos heptasílabos, estrofa irregular y rima consonante (abab).
Don Carnal y Doña Cuaresma:
Son estos una serie de capítulos alegóricos cuyos dos principales personajes son: Don Carnal (personificación del pecado o la tentación) y Doña Cuaresma (muestra de incorruptibilidad). La alegoría nos muestra el período de la Cuaresma.
El argumento de la historia es enrevesado. Doña Cuaresma le envía dos cartas a Don Carnal declarándole la guerra. En una semana tuvo lugar la batalla entre uno y otra, al frente de sus respectivos partidarios: de Don Carnal la carne; y de la Cuaresma vegetales y pescado. En esta lucha Don Carnal fue vencido y metido en la cárcel donde un fraile le pone penitencia por los siete pecados capitales. Pero Don Carnal escapa de la cárcel y cita a Doña Cuaresma a una nueva batalla, en la cual ella pierde y huye. Así, Don Carnal entra triunfal en el mundo en el Sábado de Gloria. Tras esto, el Domingo de Pascua, es Don Amor quien desfila glorioso por las calles, seguido de cohortes de admiradores, y va a alojarse a casa del Arcipreste, plantando su maravillosa tienda en un prado vecino.
De esta historia es muy destacable la exposición de la idea del Arcipreste sobre la penitencia. Critica la compra de dispensas cuaresmales y absoluciones. Cree que el arrepentimiento favorece y lo ejemplifica con pasajes bíblicos (Magdalena, San Pedro, Rey Ezequías).
También es destacable la exposición de su opinión sobre los judíos, cuando Don Carnal se refugia en la Judería. Muestra de antisemitismo: “Preso, biendole bien en su carnicería”.
La Monja Doña Garoza:
Tras lo ocurrido en la historia anterior, Juan Ruiz volvió a su vida habitual: intenta conseguir a dos muchachas, pero fracasa como suele. Entonces se enamora de una monja, Doña Garoza. Pide consejo a Trotaconventos, y ésta, que ha vivido con una monja, le aconseja que se case con una de las monjas. Trotaconventos, entonces, va a hablar con Doña Garoza y le intenta convencer con fábulas y ejemplos: desde El hortelano y la culebra hasta El ladrón y el diablo. Finalmente, Trotaconventos convence a la monja y ésta se una al Arcipreste, con el que vive felizmente hasta que muere dos meses más tarde (y con esta muerte esa relación termina bien, según la moralidad de la época). El Arcipreste apenado, busca nueva compañera en una mora, pero no lo consigue.
Fallece también Trotaconventos y el Arcipreste le dedica un magnífico planto en La Muerte de Trotaconventos, donde maldice la muerte y destaca la igualdad de todas las clases sociales ante ella.
Invocación a la Virgen:
Juan Ruiz, en fin, se despide invocando a la Virgen e invitando a los lectores doctos a enmendar o añadir a su Libro cuanto crean conveniente.
Sigue a éste, capítulos de menor importancia en los que el autor hace varias reflexiones teológicas (Las armas para vencer al diablo) y amorosas (Las propiedades de las dueñas).
Le siguen una serie de composiciones religiosas y una Cantiga a los clérigos de Talavera, cantares de ciego y cantares de escolares, etc.
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