La casulla de San Ildefonso
Hubo un arzobispo muy devoto de la Virgen cuyo noble acto fue situar la efeméride de la inmaculada concepción. Por ello, la Virgen lo premia entregándole una casulla que solo él debía usarla porque si otro la hacía sería castigado.
Un día, un arzobispo imprudente se atrevió a usar la casulla, sin embargo, la ira del creador cayó sobre él y la casulla lo estranguló.
El sacristán impúdico
Hubo un monje en un convento que era muy devoto a María, pero el demonio lo corrompió y le hizo fornicar. Como adoraba a María, cada vez que pasaba por delante de su imagen, la alababa.
En una de sus salidas cayó a un río por la noche y murió. Al día siguiente fueron los demonios a llevárselo, pero acudió la Virgen a socorrerlo diciendo que él era bueno. Llamó a Jesús, que le resucitó para comprobar si era bueno o malo y llevarlo al cielo o al infierno. Cuando resucitó fue mejor que antes y dio gracias a la Virgen hasta que murió y fue con Jesús.
El clérigo y la flor
Había un clérigo medio loco que adoraba a María. Un día fue asesinado, siendo enterrado lejos de donde se enterraba a los monjes. Esto lo vio la Virgen, pareciéndole injusto. Se apareció a otro monje importante, y le dijo que hablase con otros, para que lo llevasen a una buena tumba.
Cuando lo desenterraron le vieron con una flor en la boca y el cuerpo incorrupto, entonces lo cogieron y lo llevaron a la mejor tumba del cementerio.
El premio de la Virgen
Hablamos de otro clérigo más que amaba a María, la adoraba, la alababa, etcétera. Un día se puso muy enfermo y vio a la Virgen, que le dijo que ese dolor pasaría. Cuando murió, los ángeles se lo llevaron con María.
El pobre caritativo
Un hombre pobre vivía de las limosnas de las personas que iban a la iglesia, pero adoraba tanto a María que lo que recibía, que era poco, lo repartía entre otros mendigos.
Cuando le llegó la hora de morir se apareció María ante él y se lo llevó, diciendo que quien hiciese el mal o se apartase de ella y de su hijo, saldría mal aventurado.
El ladrón devoto
Había un ladrón que no trabajaba ni asistía a la iglesia, sin embargo, creía en La gloriosa. Un día fue sentenciado a la horca por sus actos, no obstante, la Virgen lo salva. Cuando todos se enteraron de que sobrevivió, quisieron degollarlo pero la gloriosa lo protegió nuevamente con sus manos.
Finalmente, el ladrón adopta una vida sana gracias a su devoción por la Virgen.
El monje y San Pedro
Era un monje que no se comportaba como tal, ya que se iba con mujeres, usaba drogas, etcétera. Cuando murió se lo llevaron los demonios, pero San Pedro lo vio y pensó que cumplió con lo suyo en la vida y pidió a Jesús que le diese otra oportunidad.
Mientras se lo estaba pidiendo, acudió la Virgen María junto con otras dos amigas para convencer a su hijo de que se la diese, ya que éste no estaba por la labor. Jesús la hizo caso, y es que nadie puede negarse a María.
El romero de Santiago
Hubo un fraile llamado Giraldo que decidió irse de romería a Santiago, pero cuando se iba a marchar no guardó penitencia y se encaminó con esa espina clavada. Cuando iba de camino se encontró con otro señor que decía que era Santiago, pero que en realidad, era un ladrón que hizo que se cortase los genitales, muriendo desangrado.
Cuando se lo iban a llevar al infierno bajó Santiago y dijo que debería ir al cielo en vez de al infierno, ya que no hubiese muerto si no le hubiesen engañado para robarle.
Entonces María se compadeció de él e hizo que volviese a la vida, y éste terminó la romería y se hizo mejor hombre.
El clérigo ignorante
Había un clérigo ignorante que solamente sabía decir la misa de la Virgen María. Fue acusado ante el obispo de necedad, el cual le quitó su cargo en la iglesia. La Virgen se apareció al obispo, al que mandó que volviese a admitir al clérigo donde estaba antes, lo cual fue obedecido por el obispo.
Los dos hermanos
Vivían en Roma dos hermanos, uno llamado Pedro, que era cardenal y otro Esteban, que era juez. El primero era avaricioso y el segundo codicioso. Esteban hizo perder a San Lorenzo tres casares y a Santa Inés un huerto en sus juicios.
Cuando el clérigo murió, San Lorenzo y Santa Inés asesinaron al juez, que fue al infierno junto con su hermano Pedro, por ser un juez injusto. Esteban era muy devoto de San Proyecto, que habló con la Virgen y consiguió un mes más de vida para que el juez arreglase los errores que había cometido en la vida. Éste pidió una misa por su hermano, rezó todos los días y devolvió lo que quitó en sus juicios, y a los treinta días murió y con Dios fue.
El labrador avaro
Era un labrador que robaba algunos frutos de la cosecha de su señor y decía mentiras, pero siempre que veía una imagen de María decía: “Salve Regina Santa”.
Cuando murió, los diablos se lo llevaban, pero un ángel salió en su defensa gracias a sus palabras a María.
Los diablos, nada más escuchar ese nombre, salieron despavoridos. El ángel cogió su alma y se lo llevó con él al cielo.
El prior y el sacristán
En un monasterio había un monje desordenado y confundido, pero muy devoto a la Virgen. Cuando murió se apareció a otro monje, contándole que la Virgen le había llevado a buen lugar. El monje al que se lo contó, habló con los demás monjes de lo ocurrido, y cuando murió lo sintió.
El nuevo obispo
Era un hombre llamado Jerónimo, muy amigo de la Virgen. Ésta le mandó que le dijese al grupo de obispos que pasaba por su ciudad que él sería el obispo, que se lo había dicho la Virgen. Estos le creyeron y le aceptaron como obispo, que además fue muy compasivo y bondadoso, como lo predijo María.
La imagen respetada
San Miguel de la Tumba era un monasterio que estaba en una pequeña isla en el mar, era muy bonito, y lo que le hacía destacar sobre otros monasterios era su imagen de la Virgen. Un día se quemó todo el monasterio, todo menos la imagen de la Virgen y de su hijo, que tenía en sus brazos.
La boda y la Virgen
Un canónigo noble, servía fielmente a la Virgen. Sin embargo, al ser heredero tuvo que casarse y se olvidó de la Virgen, por lo que ésta se lo arrebata a su esposa para esconderlo y que así viva en oración.
El niño judío
Este era un niño judío que asistía a una escuela atendida por un monje. Un día de domingo de pascua, decide comulgar con los demás niños, maravillándose de la imagen de la Virgen. Sin embargo, al regresar a su casa, su padre lo castiga por ello, echándolo al horno pero logra ser salvado por la Virgen. Finalmente, el padre es arrojado al fuego ante las injurias del pueblo.
La iglesia profanada
Tres amigos matan a un vecino dentro de una iglesia, por lo que la Virgen y Dios los castigan enviándoles un fuego que dañaba su cuerpo. Arrepentidos, solicitan el perdón de la Virgen y ésta los alivia de su dolor, por lo cual, van con el obispo que les asigna como penitencia, andar en romería para redimir sus pecados.
Cada uno iba por los pueblos contando el milagro que luego fue escrito.
Los judíos de Toledo
En Toledo, un día en una Iglesia cuando se celebraba la eucaristía, se oyó la voz de Santa María que decía a los fieles que fuesen a por los judíos, ya que iban contra Jesucristo.
Salieron todos a sus casas y guiados por Dios, encontraron en la casa de un rabí un cuerpo de cera de Jesús crucificado. Apresaron al señor y fueron recompensados por María.
Un parto maravilloso
En una isla donde las olas manifestaban su furia, ocurrió que en la fiesta del Arcángel Miguel, una mujer embarazada se mete en la marejada quedando atrapada. Sin embargo, la Virgen la salva, cubriéndola con su mato y al salir del oleaje, la mujer ya había dado a luz. Al escuchar esto, toda la clerecía le dedica un canto a la Virgen y al señor.
La abadesa encinta
Esta era una abadesa que quedó embarazada por lo cual, fue denunciada al obispo. Desesperada, la abadesa pide ayuda a la Gloriosa, la que hizo que diera a luz, llevando al bebé a otro lugar para que lo criaran. El obispo comprobó que la abadesa no estaba embarazada, sin embargo, ésta le contó el milagro.
Finalmente, el niño recibió educación y al crecer asumió el cargo del obispo.
El milagro de Teófilo
Teófilo era bondadoso y al morir el obispo quisieron darle el cargo, sin embargo, lo rechazó. Entonces, escogieron a otro, causando envidia en Teófilo y llevándolo a un pacto con el demonio para volver a ser querido. Arrepentido, le pide ayuda a la virgen que recupera la carta donde éste se había comprometido con el demonio.
Finalmente, Teófilo muere, mientras su rostro relucía de rayos por mérito de Dios.
El clérigo y la flor
Existió un fraile de vicios mundanos pero que amaba a la Gloriosa. Un día lo matan y sus compañeros para privarlo de honores lo sepultan lejos, por lo cual la Virgen se molesta y le ordena a un fraile darle sagrada sepultura. Luego, todos abren el sepulcro y ven una hermosa flor que nacía dentro.
Todos notaron el milagro y dieron al clérigo una merecida tumba.
La deuda pagada
En la ciudad de Constantino había un burgués de gran corazón que hacía muchos favores a la gente, pero que cuando estuvo en un apuro de dinero nadie le prestó dinero. Una vez que fue a la Iglesia a rezar, se le ocurrió ir a pedir un préstamo al judío más rico de la comarca. Cuando el judío le preguntó que a quien ponía de fiador por si él no podía pagar, el burgués dio el nombre de María y el de Jesús. Cuando tuvo dinero se fue a comerciar a Francia y el día que tenía fijado para pagar se le olvidó acudir a la cita, así que pidió ayuda a Dios y éste le dio una idea: dejó un saco con el dinero prestado y lo tiró a la orilla del río, y pidió a Jesús y a su madre que por favor se lo entregaran al judío para que no se lo fuese a pedir al fiador. Cuando el judío lo cogió no pensó que era el préstamo. Cuando el burgués volvió a su ciudad, lo acusaron por moroso, y para solucionarlo se lo fueron a preguntar a la imagen del Niño Jesús de la iglesia donde habían hecho el trato. Este dijo que el judío ya cobró y ese día hicieron una fiesta a Jesús.
La iglesia robada
Fueron guiados unos ladrones a Castilla por el diablo, uno era un ignorante y el otro un obispo. Antes de llegar a la ciudad vieron una iglesia cercana a la casa de una monja. Saquearon la casa y la iglesia. Cuando se iban a ir se dieron cuenta que la corona de la Virgen era valiosa, y cuando fue el clérigo a cogerla se le quedó pegada a la mano y María les hizo perder la cabeza, para que no pudiesen y no encontraban la salida.
La monja avisó a la gente, que acudió a socorrerla y encontró a los dos ladrones en la iglesia. Los azotaron y mandaron al clérigo con el obispo, que a su vez lo envió con el obispo de Avila, que era su superior, para que lo castigase.
De cómo Teófilo hizo carta con el diablo de su ánima y después fue convertido y salvo
Hubo un hombre bueno que ayudaba a la gente, a los romeros, a los desafortunados, etcétera. Se llamaba Teófilo y era ayudante del obispo. Le solucionaba todos los problemas, ya que éste no sabía hacer nada.
Cuando el obispo murió, le quisieron dar el obispado a él, pero éste lo rechazó. Cuando le dieron el puesto a otro le despidieron de su cargo de ayudante. Entonces fue a pedir consejo a un judío mentiroso que daba consejos falsos a la gente. Teófilo acudió a esta persona porque quería su anterior puesto de trabajo, y el consejo que le dio fue que volviese de nuevo por la noche para llevarle ante su rey, que era el demonio. Cuando le llevaron ante su rey, le explicó el problema al demonio y le hicieron firmar una carta en la que renunciaba a Dios y a su Madre para que no pudiese negarlo. Al día siguiente, el obispo le volvió a dar su puesto. Todo le iba bien hasta que Jesús se apiadó de él y le hizo ver el error que había cometido. Cuando vio el mal que se había echo, fue a rogar a Santa María. A los cuarenta días de penitencia se le apareció la Virgen, que le dijo que hablaría con su hijo para conseguir la carta. A los tres días, María le trajo la carta que había firmado con el demonio. Al despertarse, fue a la misa que estaba dando el obispo y le contó lo ocurrido. El obispo, a su vez, se lo contó a los creyentes y quemó la carta. Murió a los tres días, pero antes pidió perdón a todas las personas y repartió su dinero con los pobres
No hay comentarios:
Publicar un comentario