- De la Biblioteca Nacional de Madrid. Copiado a fines del XIII o principios del XIV y su lengua contiene buen número de leonesismos.
- De la Biblioteca Nacional de París. Es una copia del siglo XV con diversos aragonesismos. A pesar de ser más reciente que el anterior, este manuscrito tiene mayor relación con el original por la mayor fidelidad a las fuentes y la mejor conservación de la medida de los versos.
La autoría plantea una serie de problemas, ya que en la última estrofa del manuscrito de Madrid el poema se atribuye a Juan Lorenzo Segura de Astorga, mientras que en la última estrofa del manuscrito de París se le atribuye a Gonzalo de Berceo.
La autoría por parte de un clérigo vendría demostrada por el manejo de fuentes latinas y francesas,y el deseo consciente de mostrar, por dignidad literaria, su vasta cultura. Hasta hace poco tiempo la mayoría de los estudiosos aceptaban la idea de Alarcos Llorach que pensaba que ninguno de los dos nombres citados correspondían al autor, sino que se trataba de un éxplicit final añadido por el copista; sin embargo, actualmente hay críticos que proponen que el autor es Berceo. La idea fue apuntada por Dutton en 1960 y defendida últimamente por Dana A. Nelson. Esta argumentación se basa en aspectos lingüísticos; sin embargo, hay una serie de dificultades todavía no resueltas para
considerar totalmente exacta esta suposiciónEn cuanto a las diversas opiniones respecto a la datación, pueden resumirse en tres posturas:
- G. Baist la considera escrita por Berceo y la fecha alrededor de 1230 (interpretando que la estrofa 2522 hace alusión a la Cruzada de 1228).
- R. S. Willis lo supone escrito hacia 1201-1202, aunque más tarde retrasó la fecha, pues toma materiales de alguna obra de Berceo.
- Desde T. A. Sánchez, la opinión más generalizada sostiene que el original tuvo que ser redactado
- a finales de la primera mitad del XIII, y sería anterior al Poema de Fernán González, cuyo autor conoce la obra y la utiliza en varios casos.
Comenta Marcos Marín que, si el texto fuera temprano, la atribución a Berceo sería complicada, pues es poco probable que el poeta escribiera una obra de tal maestría en su juventud y que no mostrase en las otras el dominio erudito que manifiesta en ésta.
Los relatos medievales en torno a la figura de Alejandro Magno provienen del libro de aventura denominado Pseudo-Callistenes, compuesto en Egipto hacia el siglo II a.C., y entroncan con una remota tradición más o menos histórica cuyo más destacado representante es Quinto Curcio.
El poema español se inspira especialmente en el Alexandreis, escrito en hexámetros latinos por Gautier de Hatillon ente 1178 y 1182, que depende a su vez de la tradición de Quinto Curcio. El autor español usa, además, otras fuentes secundarias: El Roman d’Alexandre y la Historia de Proeliis. García Gómez por su parte, ha estudiado los elementos arábigos que el autor incorpora a su poema.
En cuanto a la lengua, la opinión más generalizada opina que es el castellano, aunque otros investigadores, como Menéndez Pidal y Corominas, piensan que la lengua originaria fue el leonés.
Emilio Alarcos considera que la lengua primitiva fue el castellano, atribuyendo los dialectalismos a los copistas posteriores. Además sostiene que las palabras que a primera vista no parecen peculiares de Castilla deben estimarse como arcaísmos precastellanos.
Por otra parte, el tono erudito del poema no es obstáculo para que se consigan fragmentos de un gran lirismo. En cuanto a la métrica, está escrito en cuaderna vía. Alarcos considera que las irregularidades se deben a errores de los copistas mientras que Henríquez Ureña dice que se deben al octosílabo que ya entonces comenzaba a hacer sentir su influjo. Una gran parte de la obra está constituida por asuntos ajenos al núcleo central del relato, y es a causa de estas digresiones supuestamente innecesarias por lo que su estructura fue criticada durante tiempo por los investigadores. Últimamente se considera que se trata de una estructura sutil, coherente Y eficaz, como un factor fundamental que pone el poema español por encima de casi todas las obras medievales sobre el tema. La más importante de todas las digresiones es la narración de la guerra de Troya (1.688 versos), que forma un relato independiente y que es la primera alusión a las leyendas troyanas en la literatura española.
En cuanto a los anacronismos que siempre se le han imputado al poema, comenta Deyermond que la actualización medieval de la antigüedad clásica no supone un ingenuo exotismo, sino un plan deliberadamente encaminado a facilitar la comprensión de la obra a sus lectores contemporáneos.
Alexandre es presentado como paradigma del caballero perfecto, y el saber es componente básico de su personalidad y elemento estructural, lo cual supone una unión de caballería y clerecía, armas y letras. Sin embargo, la soberbia del protagonista, mal vista por Dios, precipita su muerte, y el poeta saca de ello unas consecuencias morales
Sigue discutiéndose sobre la actitud que manifiesta el autor con respecto a su personaje. Bly y Deyermond sostienen que el autor soslaya el problema de la culpabilidad o no de Alejandro, y lo que
hace es presentar el destino de su héroe como ejemplo de la caída de las glorias mundanas. Como en todas las obras del mester de clerecía, hay un sentido didáctico-moral, pero no sólo religioso (mostrar el pecado de soberbia de Alexandre), sino también profano, que se basa en las digresiones ilustradoras para los oyentes.
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