Este artículo nace con la intención de poner cierto orden en la polémica
suscitada acerca del canon. Para ello, nos centraremos en realizar una
introducción acerca de lo qué es el canon y las diferentes concepciones y
cambios que ha sufrido a lo largo de la historia. La definición de canon
literario y los libros que deber aparecer en él es uno de los temas literarios
que más tinta ha derramado en los últimos años gracias a Harold Bloom y su
polémica acerca del canon en su obra El
canon Occidental. Pero antes de entrar en materia con la polémica es
necesario introducir una serie de características sobre el canon.
En primer lugar, respecto a su definición, es conveniente realizar la explicación etimológica de la palabra que nos servirá para sentar las primeras bases. La palabra canon proviene del griego Kanón que significaba literalmente caña o vara de medir, por ello su significado deriva en regla, modelo o prototipo. En general, el concepto que considero más adecuado para su definición es el que utilizó D.Ruhnken por primera vez en 1768 como “lista de autores selectos de un género literario”. Es decir, la lista que consagra a los mejores, los perfectos y los indiscutibles. Sin embargo, no existe una definición universalmente aceptada, ya que existen diversas discusiones acerca de la categoría de canon y preguntas del tipo ¿Quién o quiénes producen los cánones?, ¿Cómo se aplican?, ¿Cuál es la forma de subsistencia de los cánones o su caducidad? El gran problema y causante de tal conflicto es que el criterio fundamental y único debería ser la excelencia estética. Sin embargo, este es un criterio muy ambiguo y subjetivo.
En segundo
lugar, los orígenes del canon son muy remotos aunque fuese mencionado como tal
por primera vez en el siglo XVIII. Ya desde el periodo helenístico, Aristófanes
de Bizancio y los filólogos del Museo de Alejandría fijaron la autoridad
escolar de los libros más destacados y modélicos de los géneros literarios.
También para los poetas latinos existían estas listas de honor en la
literatura, llamadas enkrithéntes. En
tercer lugar, tenemos que distinguir entre canon bíblico y canon literario. El
canon bíblico es una lista cerrada para siempre, por lo que no puede sufrir
ningún tipo de modificación, ni aumentativa ni diminutiva y en cuya lista se
encuentran los cuatro evangelios.
Por el contrario, el canon literario es totalmente distinto, ya que se
trata de una lista abierta, cuya selección se hace a partir de un criterio
estético y no moral o político. Algo que me ha podido quedar claro es que las
obras del canon literario van cambiando según las tendencias de la época y que
dependerá del autor y de su ideología. Por lo que me resulta imposible dar una
lista del canon literario. Lo que sí es cierto es que han sido los autores
clásicos, griegos y romanos, los que más han resistido a lo largo de toda la
historia su estancia dentro del canon literario. Por último, como ya he
mencionado anteriormente, las listas canónicas han existido desde la Antigüedad
Clásica, pero es a partir de la formación del canon medieval cuando empieza a
surgir de manera general el debate y la discusión sobre las características y
necesidades de las obras que merecen o no ser enmarcadas. Esto se debe a la
existencia de obras en distintas lenguas, con distintas culturas y por lo tanto
distintos puntos de vista.
Ya en el siglo XV (1445) conocemos la primera manifestación de canon
literario medieval a través del Marqués de Santillana en su Proemio e Carta dirigida al señor don
Pedro, Condestable de Portugal. En ella realiza un recorrido diacrónico a
través de los principales autores y obras que han surgido desde Moisés hasta su
época. Podemos observar que excluye a
griegos y romanos, no por considerar su literatura como mala, sino por el
desconocimiento de sus obras. No distingue de nacionalidades, por lo que hace
un canon global y además nombra gran cantidad de autores hoy en día
desconocidos.
En el siglo XVI (entre 1553 y 1572) destaca la Apología en defensa de la cultura hispana realizada
por Alfonso García Matamoros en la que demuestra que España es un país con una
gran cultura que no ha sido desarrollada debido a las numerosas guerras.
Sorprenden dos aspectos: el primero, que considera español a todo aquel que
haya nacido en la península, independientemente de la época en la que naciera,
y el segundo, que compara a los grandes autores griegos y romanos con los
autores españoles.
Del canon barroco destaca Mayans y su Oración
en alabanza de los eloquentissimas obras de Don Diego de Saavedra Fajardo en
1725. En este canon ya por el nombre nos podemos hacer una idea acerca del
autor considerado por excelencia. Don Diego de Saavedra, cuyo estilo eleva
hasta las nubes y lo considera como el autor a imitar por encima de todos,
siendo superior a Platón y Aristóteles. Mayans basa su criterio en el dominio
correcto, fácil y sencillo de la lengua, por lo que no comenta nada de autores
“oscuros” como Góngora. El propósito de Mayans es que la literatura sea útil
para la sociedad, de esta manera a través del elogio a los que considera los
mayores autores marca el camino a seguir de las futuras generaciones de
escritores.
En el periodo de la
Ilustración destaca la Poética de Ignacio de Luzán. Desde el Imperio
Romano hace un recorrido por los autores hasta su momento. Luzán realiza una
distinción entre poesía antigua y moderna, además huye de la prosa recargada a
la que considera la culpable de la decadencia de la prosa española del siglo
XVIII y considera a Garcilaso de la
Vega y Góngora como los grandes innovadores de la poesía.
En el siglo XIX hay que mencionar de manera obligatoria el programa de
Marcelino Menéndez Pelayo de su oposición a catedrático. Sienta de una manera
más técnica la concepción para desarrollar un canon al afirmar que hay
nacionalidades literarias pero que no tienen que coincidir con las
nacionalidades políticas, así pues, considera la literatura castellana una de
las muchas literaturas españolas.
En el siglo XX la rápida evolución de la sociedad también afecta a la
literatura; se produce una gran producción de libros de todo tipo y los
estudios literarios ya no se realizan exclusivamente de las obras sino que
también de la sociedad y su repercusión en ella. Por tanto el canon según Jones
dependerá de los intereses del lector actual.
En conclusión, podemos comprobar cómo a lo largo de toda la historia el
canon ha ido cambiando de criterios y de autores de manera paralela a los
gustos de la sociedad. Hay que subrayar que el cambio no afectaba únicamente al
canon literario, sino también al resto de las artes. No podemos hablar de
autores permanentes ni universales en el canon, una obra hoy en día desconocida
puede en un futuro ser la máxima representante de la literatura, como le
ocurrió a la obra de Miguel de Cervantes El
Quijote, o las poesías de Góngora, que fueron rescatadas por la Generación
del 27, u obras que se encuentren asentadas dentro del canon sean sustituidas
por otras, como le ocurrió a Don Diego de Saavedra que hoy ocupa un puesto de
segunda fila en nuestro canon actual.
Una vez terminada la evolución del canon a lo largo de la historia, es el
momento para desarrollar la polémica establecida en Norteamérica entorno a la
obra de Harold Bloom, El canon occidental y es que para Bloom todo
arranca en la defensa de la estética y de la construcción artística individual
frente a la ideología, ya que considera que con los estudios culturales se
reniega de la estética. Por tanto, arremete contra la presencia cada día más
fuerte de estudios culturales en las universidades norteamericanas sobre temas
sexuales, raciales o económicos y autores que supuestamente merecen ser
nombrados en el canon. Bloom está totalmente en contra de estos estudios puesto
que considera el canon como una lista de supervivientes que se ha abierto paso
gracias a la fuerza estética de sus obras, gracias a una fuerte influencia dada
su privilegiada posición social o la simple y pura suerte, pero en ningún caso
como representantes de una clase social o de la lucha de clases. El autor es un
ser individual y no puede ser considerado como el representante de un grupo
social.
Por otra parte, Pozuelo opina que los criterios que establece Bloom para
señalar los nombres que deben considerarse dentro del canon occidental dejan bastante
que desear. Y es que como él mismo reconoce tiene muchas limitaciones
lingüísticas, lo que provoca que sea más bien una opinión sobre los grandes
autores y el lugar que les pertenece en lugar de un canon que por sus amplios
conocimientos literarios y dada la calidad de las obras actuales podría haber
sido definitivo.
Respecto a la teoría de la supremacía estética por encima de cualquier
otro elemento, otros críticos literarios también dieron su opinión
anteriormente. Entre los muchos autores de los que podría hablar ampliamente,
considero como los más relevantes para entender la polémica existente a los
siguientes:
I. Lotman en 1970 afirmó que la estética de la diferencia domina unos
cánones, en tanto que otros vienen dominados a lo largo de la historia por una
estética de la identidad.
Graff señaló en su libro Proffessing
Literature: An Institucional Histoy en 1987 que una de las causas por la
que no hay unanimidad en la formación del canon se debe a las sucesivas
rupturas de patrones críticos que son repudiados por la escuela siguiente hasta
ser denigrados y apartados. Por tanto, los estudios literarios americanos son
el resultado del clima radical del desacuerdo.
Bárbara H. Smith respecto al canon considera que la perdurabilidad que
asegura un canon no pertenece a un valor transcendental, sino a la continuidad
y pervivencia de los actos evaluativos concretos en una cultura en particular.
W. Harris en 1991 considera que el problema generado del concepto de
canon se debe al paralelismo establecido en los estudios literarios entre el
canon literario y el canon bíblico. Este paralelismo ha provocado una
vinculación no necesaria entre selección de textos y autoridad normativa, más
allá de las funciones diferentes que los procesos de canonización literarios
cumplen.
Flower en 1979 distingue diez tipos diferentes de cánones, según las
distintas funciones que puedan cumplir:
- Canon potencial: la totalidad de textos escritos y
orales.
- Canon accesible: la parte del canon potencial
disponible en un momento dado.
- Las antologías y programas que configuran un canon
selectivo.
- El canon personal que un autor puede establecer.
- El canon oficial apoyado por una institución.
- El canon crítico configurado por las citas reiteradas de los autores.
Además, añade otros cánones cerrados como el bíblico, los pedagógicos,
que nutren el sistema de educación, y finalmente un canon diacrónico
constituido históricamente y afianzado por los siglos, de un canon del día, del
que solo una parte se convierte en canon diacrónico.
En conclusión, el canon existe dado que nos gustan las listas, no podemos
vivir sin las listas, en todos los ámbitos de la sociedad las necesitamos.
Desde los mejores coches, deportistas o películas hasta actores y así un largo
etcétera en el que por supuesto se incluye la literatura. El propio Harold
Bloom afirma que estableció un listado de autores canónicos debido a que la
editorial se lo pidió con el objetivo de aumentar las ventas. Estas listas nos
ayudan a seleccionar a los supuestos mejores autores de todos los tiempos para
tener un mínimo de cultura literaria ya que de otra manera nos sería imposible
escoger entre la multitud de obras publicadas no solo a lo largo de la
historia, sino a lo largo de este último año y es que, aunque contásemos con
todo el tiempo del mundo, nos sería imposible leer todas las obras, dada la
gran cantidad de publicaciones en la red, en libros y a lo que hay que añadir
el libro electrónico. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que nuestra lectura
se ciña exclusivamente a la lectura de autores y obras que se encuentren en el
canon. Siempre habrá millones de obras que en nuestra opinión como lectores
prefiramos por sentirnos más identificados, ser más reales o cercanas a nuestra
vida.
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