martes, 20 de noviembre de 2018

TENDENCIAS DE LA NOVELA ACTUAL



Los mercados mandan en nuestra sociedad. Esto es un secreto a voces. Lo vemos cada día en las noticias y en los periódicos constantemente y más hoy en día, en el que todo el mundo está pendiente del valor de la bolsa, la prima de riesgo y la fiabilidad de nuestro país. Por ello, al tener tanto poder los mercados la literatura no iba a ser un sector que se le escapase. Desde el origen del capitalismo y el uso de medios técnicos para reproducir la obra literaria siempre ha sido así. Todo lo que se vende está diseñado para ganar dinero. Producir barato para vender caro, el secreto del éxito que se impone a la fuerza. Sin embargo la literatura es diferente, un caso aparte.
Esto se debe a que alejado del circo comercial que se ha convertido en los últimos años la literatura para principiantes, creadora de cientos de best-seller[1] por año, autobiografías de los futbolistas de moda y libros de auto-ayuda para dejar de fumar, todavía existe la literatura, una literatura para expertos.

Existe un reducido número de escritores por encima de la notoriedad y la búsqueda de un público lector más amplio, que publica obras prácticamente desconocidas para el gran público, con escasa repercusión y publicidad, y por supuesto, con unos números de ventas mucho menores que la literatura comercial. Es solamente gracias a su calidad por lo que con el tiempo se consolidan como referentes culturales y se convierten en libros de obligada lectura para las personas que buscan algo más que olvidarse de la realidad y dejarse llevar. Son obras que atacan directamente a nuestra intelectualidad y nos exigen llevarla hacia límites insospechados.

En estos últimos años, los medios de difusión literarios han sufrido un avance extraordinario. El auge de las nuevas tecnologías, la publicación de novelas nacionales e internacionales y el renacer de los relatos cortos están cambiando los conceptos clásicos de la narrativa española. En la actualidad existe una variedad enorme de temas y estilos que hacen que cada vez sea más difícil clarificar y establecer tendencias unificadoras. Por tanto, este trabajo nace con la intención de mostrar al lector las características y semejanzas que existen en la novelas publicadas a lo largo de las últimas tres décadas.

La novela ha experimentado cambios importantes que han dado lugar al nacimiento de un nuevo movimiento literario todavía en desarrollo llamado “posmodernismo”. Este movimiento nace tras la caída del muro de Berlín como fruto del desencanto existente de un siglo XX bélico y sangriento. Se caracteriza por exaltar la cultura popular, el eclecticismo, cambiar de un estilo literario a otro con total libertad, y sobre todo, reinterpretar lo ocurrido anteriormente desde otro enfoque.

Los libros seleccionados para este estudio son: Historia abreviada de la literatura portátil de Enrique Vila- Matas, Manual de literatura para caníbales de Rafael Reig, Soldados de Salamina de Javier Cercas, Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo, Aire Nuestro de Manuel Vilas y Lo peor de todo de Ray Loriga.

Historia abreviada de la literatura portátil (1985), de Enrique Vila-Matas, que fue publicada por primera vez en 1985, está a medio camino entre la realidad y la leyenda. Se nos ofrece una renuncia al argumento en favor de la literatura que se convierte en la verdadera protagonista. El escritor juega con la ambigüedad metaliteraria de sus personajes e interpreta e inventa ciertos textos con el fin de darle la forma y sentido que él desea a la historia. Ambientada en la segunda década del siglo XX, centra nuestro interés en el movimiento vanguardista y sobre todo en el oscuro mundo de las sociedades secretas de la literatura.

Manual de literatura para caníbales (2006), de Rafael Reig es bastante difícil de catalogar. ¿Es un manual de literatura? ¿Un ensayo? ¿Una novela?. Por una parte, podría ser un manual de literatura, diferente, atrevido y divertido ya que recorre la historia de la literatura española de los últimos dos siglos de una manera muy diferente a la convencional. Pero por otra parte, también puede ser una novela que relata de forma dialogada la vida de la frustrada (literariamente) saga Belinchón, o leerlo como un ensayo en el que el escritor nos ofrece su concepción sobre los escritores canónicos que aparecen. Es un intento de cambiar la historia mezclándola con varias historias con la idea de rebajar a la categoría de ficción la historia real presentando otras historias alternativas.


En Soldados de Salamina (2001), de Javier Cercas, al igual que ocurría con la obra de Vila-Matas y Rafael Reig, está escrita en primera persona y la realidad se difumina con la ficción. Rafael Sánchez Mazas realmente existió y fue el fundador e ideólogo de la Falange española, aunque no se sabe si realmente ocurrió lo contado en la obra. De lo que no cabe duda, es que basándose en una realidad concreta y acogiéndose a la ficción con elementos propios de la novela, el autor desarrolla una historia para concluir con un manifiesto acerca de la inutilidad de ser un héroe y del desengaño que produce defender un principio colectivo.


Después de leer Aire Nuestro (2009), de Miguel Villas, probablemente nos surjan varias dudas. La más lógica es intentar comprender lo leído. Asimilar la información con la que se nos ha bombardeado en aparente desorganización. La segunda gran duda es saber si es o no una novela. En definitiva, somos lectores de un zapping narrativo en el que se mezclan personajes reales y ficticios, historias verosímiles con inverosímiles y situaciones reales con ficticias, independientes entre sí. Se ha renunciado a dotar de sentido al caos que supone la realidad. No se percibe como se percibía en el siglo XIX y este libro lleva tal premisa hasta el extremo. El autor a través del zapping quiere ofrecer una exposición natural del mundo en el siglo XXI.


Nocilla Dream (2006), de Fernández Mallo, es un libro bastante complejo ya que no hay relación entre los capítulos, ni diversión ni entretenimiento y no arranca ninguna sonrisa ni sentimientos. Cada capítulo es una prueba intelectual al lector, una especie de provocación del autor que nos insta a abandonar su lectura. De corte muy similar a Aire Nuestro, pero le falta algo para ser tan ameno. En ambos libros vale cualquier historia, cualquier suceso es válido para ser escrito. Quizás Aire Nuestro es más ameno por la gran cantidad de personajes conocidos que aparecen dentro de la inverosimilitud de sus historias. No es lo mismo describir las locuras y paranoias que sufre Elvis Presley a las de un personaje anónimo. Fernández Mallo es un claro ejemplo de escritor fragmentario. Un poeta obligado a narrar. La literatura se ha mercantilizado hasta límites insospechados. Los poetas ya no venden, dado que su producto no es demandado por lo que se han reconvertido a la narrativa.


Lo peor de todo (1992), de Ray Loriga, es una novela que nos produce una inmersión en la mente de una persona que casi no muestra sentimientos. No hay amor, solo un odio enfermizo, ideas esquizofrénicas sobre el asesinato y sobre todo tristeza, mucha tristeza ante la vida. A lo largo de toda la estructura de la obra el presente y el pasado se mezclan continuamente. No existe un orden cronológico lineal, sino que los saltos temporales y las reflexiones de Élder son abundantes. El estilo del escritor es existencialista con frases cortas y tajantes, que nos lleva a provocar una sensación de frialdad y violencia conforme vamos leyendo.


Una vez explicadas brevemente las características de estos libros es más fácil desarrollar los rasgos comunes a todos ellos. Para poder argumentar este trabajo con unos criterios acertados ha sido fundamental el artículo de Antonio López Rivera «Una novela para el siglo XXI: Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo» de la Universidad de Murcia.

La característica más importante de todas estas obras es la fecha de nacimiento de todos sus escritores. Salvo Vila-Matas que nació en 1948, todos los demás son de la década de los sesenta. Es una generación que vivió los últimos coletazos de la dictadura, la transición y la consolidación de la democracia. Esto demuestra que para esta generación las heridas de la guerra ya han sido curadas y cerradas, y por tanto, no se sienten deudores de la ética literaria impuesta tras la guerra; el realismo español y la novela experimental. Además no defienden ninguna posición política. El resultado es unas novelas con un aire desenfadado, con una actitud lúdica y la concepción de la literatura como un ejercicio de entretenimiento y ocio para el lector.

Sus obras quieren contar historias, recuperar la anécdota y el toque satírico que había sido suprimido. Lejos queda describir la realidad, su concepto de literatura retorna a la concepción tradicional del relato fusionado con el relato contemporáneo. Este cambio de actitud se debe a que ya no escriben observando el mundo y describiéndolo tan concienzudamente como antaño, ya no tiene cabida la detallada y exhausta descripción de la ciudad de Vetusta. Ahora se sienten libres de escoger sus propios temas y desarrollarlos a su antojo. Es un nuevo mundo literario, ya no existe la censura, el orden lineal cronológico no es obligatorio y se pueden combinar temas que aparentemente no tenga relación. Este “batido” de información que nos ofrecen estos autores no es solo mérito suyo. La revolución tecnológica e informativa que estamos viviendo desde la última década no es ajena para el escritor. El escritor ya no vive en un búnker aislado, sino que también sufre la contaminación informativa a través de la televisión e internet. Además, tiene a solo un “click” una muy completa y detallada información acerca del tema que quiera, sea literatura o biología, cosa que hace unos años nos parecía imposible.

En la actualidad, el escritor contemporáneo es capaz de conocer la literatura que se está publicando en todo el mundo y esa amplia apertura hacia la literatura internacional se traduce, obviamente, en una nueva influencia de interpretar la literatura nacional. Los escritores de esta nueva generación han bebido muchísimo de la narrativa norteamericana del siglo XX. En cierta medida les han perdido el respeto a los autores canónicos y el principio de autoridad ha sido demolido. Los autores clásicos no son leídos como verdades absolutas, sino que se reinterpretan sus novelas e incluso sus vidas, como ocurre con Historia abreviada de la literatura portátil y Manual de literatura para caníbales.

Pero no todo es un camino de rosas para el escritor contemporáneo, sino que debido a la gran cantidad de autores y libros que se publican cada año han tenido que evolucionar y crear su propio estilo. Tienen que ser originales, de nada sirve escribir una buena obra si hay quinientas igual. Es en este punto donde entran en escena los nuevos temas. En las obras antes mencionadas los escritores se adentran por temas poco transitados en la literatura, y a su vez, demuestran un amplio conocimiento del tema tratado. Los temas no son tratados como una muestra de pedantería y chulería del autor, sino como parte fundamental de la historia.

Otra característica muy común es la eterna duda que nos ofrecen estas obras. ¿Son novela o son relatos? Hemos de tener en cuenta que aunque son publicadas bajo el formato de novela, algunos textos no lo son, siendo más un conjunto de relatos o un zapping de narraciones inconexas, como es el caso de Aire Nuestro y Nocilla Dream. Sin embargo, esta característica no es nada moderna, a lo largo de la historia ha sido un recurso utilizado en numerosas ocasiones. El ejemplo más claro es el Decamerón de Giovanni Boccaccio, un libro constituido por cientos de cuentos alrededor del amor, inteligencia y fortuna. Sus protagonistas tras huir de la ciudad de Florencia por la peste bubónica narran historias para entretenerse.

Como vemos, todos estos escritores de la generación del 60 reúnen una serie de características más o menos comunes. Existe una sutil diferencia y es que dentro de esta generación existen dos estirpes; por un lado los autores argumentistas que piensan que el mundo es incomprensible, pero no lo expresan con un libro incomprensible, ya que no desdeñan las enseñanzas del siglo XIX. Por otro lado, los fragmentarios, para los que el mundo es incomprensible y lo expresan en su obra de forma incompresible, a través de renunciar al argumento y a las herramientas comunes. El propio Fernández Mallo[2] define a la nueva novela fragmentaria de la siguiente manera:

“Cuando un género se establece totalmente, aparecen los tics, los amaneramientos, se agarrota, se esclerotiza por un exceso de colesterol en sus venas. El deslumbramiento estético sólo se da ante situaciones y objetos que nos desenfocan la mirada establecida. Entonces es cuando se regenera un género, o lo que es lo mismo, aparece uno nuevo”
En general, podemos considerar que es la voluntad del autor la que decide si se trata de una obra argumentista o fragmentaria. No es una división irreconciliable, ya que la única diferencia es el argumento.

Para acabar, la característica que reúnen todos estos escritores es que se olvidan de la tradición y buscan una nueva forma de llegar al lector, y para ello crean y fabulan a su antojo nuevos mundos. Son fabuladores que cuentan una historia. A su narrativa se le añade la visión crítica de la realidad mediante lo absurdo y el humor. La historia ya no tiene que ser verosímil. La metaliteratura también es un tema bastante recurrente en todas estas novelas. Este recurso es utilizado para dar una mayor credibilidad a su historia y poder desdibujar la historia real y ser narrada al antojo del escritor. El lector ha asumido un papel diferente a la hora de leer y realmente no le importa si lo que cuentan Vila-Matas, Rafael Reig o Javier Cercas ocurrió realmente.

En conclusión, estamos ante historia viva de la literatura. La literatura es un ser vivo que está en continua transformación y que tiene que luchar contra cada vez más factores como la televisión, internet, el cine o la propia indiferencia de las personas. Durante este último siglo tenemos un claro ejemplo. Desde finales del siglo XIX hasta prácticamente mediados de siglo XX la preferencia social se inclinaba hacia la poesía, de tal forma nació la generación del 98 y la del 27. En la actualidad, la generación de estos autores nacidos en los años 60 son novelistas, algunos por vocación y otros porque no les ha quedado otra opción. Como ya dije anteriormente, la poesía no vende y todos los poetas modernos han tenido que reconvertirse al formato de novela si realmente querían obtener repercusión o notoriedad en los ambientes literarios.

Espero que con la lectura de este trabajo queden claras las tendencias que se están dando en la novela actual. Dado que todavía no han entrado a formar parte de la historia de la literatura española es muy difícil catalogar bajo un mismo patrón a toda una generación. Cada autor ha desarrollado su carrera desde una posición diferente y juega sus bazas como puede y por lo tanto, podría ser más fácil catalogar sus diferencias que sus similitudes. No es la misma manera de publicar la de Ray Loriga (más al estilo rockero) que la de Rafael Reig, por poner un ejemplo. Es cierto que todos comparten una serie de rasgos y tendencias comunes a la hora de escribir, como es el caso de ser de la misma generación, tener las mismas inquietudes, concepto de literatura y una posición socioeconómica muy similar. Espero que en un futuro no muy lejano sean estudiados como un conjunto de autores con los rasgos que en este trabajo aparecen.



[1] En este caso me refiero a los best-seller tipo Los juegos del hambre, Crepúsculo, Los pilares de la tierra, El código Da Vinci, La sombra del viento y demás libros similares que han inundado nuestros hogares. Considero muy importante aclarar esto ya que los best-seller nacieron con la imprenta. El Quijote fue un best-seller, Cervantes tuvo que hacer malabarismos retóricos para calificar su obra de “poema épico en prosa”, es decir, para defender su carácter literario y no meramente comercial, o de entretenimiento, como se decía entonces. Sus novelas ejemplares tienen precisamente por intención expresa de su autor la condición de “ejemplares”, en tanto que obras literarias que sirven a un fin superior, la didáctica, la moral, la ejemplaridad, cuando en realidad son principalmente novelas cortas, adaptadas de las nivolla italianas, de entretenimiento.
[2] Entrevista realizada por Iván Humanes Bespín para el portal literaturas.com

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