Alfonso X nació
en Toledo en el año 1221 y falleció en el año 1284 en Sevilla. Alfonso era hijo
de Fernando III el Santo y de Beatriz de
Suabia, pues su nacimiento sirvió para unir los reinos y agregar al
poder del imperio. Al suceder al trono, su padre acababa de extender la tierra
del reino. Aunque algunos territorios todavía pertenecían a los musulmanes,
como Granada, reconocían el poder de Fernando III y le pagaban tributo. La
península ibérica seguía creciendo, pues se puede adivinar que este imperio
extendido diera mucha responsabilidad y quizá presión al nuevo rey, Alfonso X.
Alfonso X quería
aprender desde su niñez. Le enseñaron los mejores maestros y él por su parte
mostraba la iniciativa de quien persigue el conocimiento. Los temas del estudio
eran diversos, como la mineralogía, la historia, la astronomía, y la música.
Muchos de estos intereses mismos serían destacados en su reino nuevo.
Su reinado
empezó en el año 1252. Alfonso veía sus dos responsabilidades principales:
tenía que desarrollar la lengua de castellano, y también su enfoque en la ley.
Alfonso escribió el código de las Siete
Partidas, una obra legislativa. Bajo su reino se organizó una colección de
textos jurídicos.
Alfonso X sabía
que un territorio unido necesitaría más que tan solo una lengua común. También,
se necesitaba una economía que conectara a la gente, y por lo tanto trabajó
para elevar la economía y la cultura del país. En el campo de la economía,
Alfonso X ayudaba con el comercio interior del territorio. Creó un sistema
fiscal y un aduanero avanzado, en que solo se podía traer los productos de
afuera a través de puertos designados. Pero fracasó y optó por una especie de
libre comercio. El mundo en que vivía Alfonso X estaba lleno de diversidad, y
con el territorio que su reino incluía, había una mezcla de judíos, cristianos,
y musulmanes. Las regiones de Andalucía y Murcia, que tenían una población
musulmana, podían tener sus propios cultos. Se respetaba a los judíos, los
cuales fueron muy importantes por Alfonso X. De hecho, algunos trabajos de las
ciencias de ese tiempo fueron obras originales de los judíos, no solo
traducciones del árabe.
Político y hombre de letras, su reinado fue un periodo de intensa
actividad científica y literaria impulsada y dirigida por el propio rey. Su
corte se convirtió en centro de cultura y aprendizaje que atrajo a estudiosos
de distintas ramas del saber. El monarca reunió a un importante grupo de sabios
hebreos, musulmanes y cristianos españoles, que, continuando la obra de
traducción y compilación iniciada un siglo antes en la Escuela de Traductores
de Toledo, realizaron una importante tarea científica y trasvase del saber
oriental a Occidente. Alfonso X dio tal impulso a la lengua castellana que la
convirtió en lengua oficial, la usó en todos los documentos y en la redacción
de sus obras históricas, jurídicas y científicas. En lengua gallega compuso las
Cantigas de Santa María, poesía lírica del que continúa el tema marial
frecuente en la época. Pero no sólo fue el impulsor de la lengua castellana,
sino, en gran parte, su creador. Fijó las grafías y amplió y flexibilizó la
sintaxis con la creación de nuevas conjunciones que aportaron variados matices
a la frase. Debido a la variedad de asuntos que trata, el vocabulario se
enriqueció y capacitó para la exposición en la lengua castellana.
El año 1284 moría en Sevilla el rey Alfonso X de Asturias, de
Castilla y de León, que 63 años antes había nacido en Toledo. Si la actuación
de Alfonso como monarca fue con frecuencia discutida, su interés y aportación
a las ciencias y las letras le valió con razón el sobrenombre de Sabio, y así
se le conoce universalmente desde la Edad Media, y aún más al entroncar su
saber con la línea del humanismo renacentista.
LA PROSA
El comienzo de la prosa literaria se suele situar en el año 1251
con la traducción del árabe al castellano del "Calila e Dimna",
una colección de cuentos breves de origen oriental e intención didáctica, cuyo
título proviene de los nombres de dos lobos hermanos. Calila e Dimna procede
en gran parte de una célebre colección de cuentos indios titulada Panchatantra,
de donde pasó al árabe y de éste fue vertido al castellano a instancias de
Alfonso X el Sabio, siendo éste aún infante, en la escuela oficial de
traductores de Toledo. También en la misma época (hablamos del 1253) se traduce
el Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mujeres , que
es igualmente una colección de cuentos orientales, tal vez indios, traducidos
al persa, luego al árabe y posteriormente al castellano por orden del hermano
de Alfonso X. El Sendebar trata de las argucias, malas artes y enredos
de las mujeres para conseguir sus propósitos y constituye una de las primeras
manifestaciones de la literatura misógina tan frecuente en la literatura
posterior.
El rey Alfonso X el Sabio manifestó siempre su predilección por
Toledo, que consideraba el centro del mundo científico de su época. Por ello
tomó el meridiano que pasa por el castillo de San Servando como punto de
referencia para las mediciones de sus tablas astronómicas y lo hizo en el
observatorio que él mismo fundó en el propio castillo, donde se reunían los traductores
de las obras científicas. Se puede-decir que la Escuela de Traductores de
Toledo tuvo una segunda etapa de esplendor vinculada a la figura del rey
toledano. La primera Escuela de Traductores toledanos se inició bajo la
protección de los arzobispos de Toledo. Don Raimundo de Borgoña, arzobispo de
1126 a 1152, reunió el primer grupo de traductores, a cuyo frente puso a
Domingo Gundisalvo. Esta primera asociación parece que estaba formada por los
clérigos que desconocían el árabe y utilizaban los buenos oficios de los
toledanos bilingües como el judío converso Juan Hispalense (o Ibn Dawut, o
Juan de Sevilla). Viene después el empujón de Alfonso el Sabio. Su obra en la
Escuela de Traductores de Toledo es un gran esfuerzo de recopilación y
divulgación cultural, impulsado en este último aspecto por el uso de la lengua
vulgar. Y si al rey corresponde el valor de la iniciativa y de la dirección, y
hasta, en algunos casos, la labor personal de corrección, su obra no puede concebirse
más que como fruto de su equipo de traductores, refundidores y especialistas. A
Toledo acudieron, en tiempos del rey Sabio, los hombres de ciencia de
"las tres culturas", o de "las tres religiones". Producto
de esta colaboración son las obras históricas, astronómicas y científicas que,
procedentes de la cultura oriental, a través de Toledo, se difundieron por
toda Europa.
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