domingo, 12 de enero de 2020

ALFONSO X EL SABIO


Alfonso X nació en Toledo en el año 1221 y falleció en el año 1284 en Sevilla. Alfonso era hijo de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia, pues su nacimiento sirvió para unir los reinos y agregar al poder del imperio. Al suceder al trono, su padre acababa de extender la tierra del reino. Aunque algunos territorios todavía pertenecían a los musulmanes, como Granada, reconocían el poder de Fernando III y le pagaban tributo. La península ibérica seguía creciendo, pues se puede adivinar que este imperio extendido diera mucha responsabilidad y quizá presión al nuevo rey, Alfonso X.

Alfonso X quería aprender desde su niñez. Le enseñaron los mejores maestros y él por su parte mostraba la iniciativa de quien persigue el conocimiento. Los temas del estudio eran diversos, como la mineralogía, la historia, la astronomía, y la música. Muchos de estos intereses mismos serían destacados en su reino nuevo.
Su reinado empezó en el año 1252. Alfonso veía sus dos responsabilidades principales: tenía que desarrollar la lengua de castellano, y también su enfoque en la ley. Alfonso escribió el código de las Siete Partidas, una obra legislativa. Bajo su reino se organizó una colección de textos jurídicos.
Alfonso X sabía que un territorio unido necesitaría más que tan solo una lengua común. También, se necesitaba una economía que conectara a la gente, y por lo tanto trabajó para elevar la economía y la cultura del país. En el campo de la economía, Alfonso X ayudaba con el comercio interior del territorio. Creó un sistema fiscal y un aduanero avanzado, en que solo se podía traer los productos de afuera a través de puertos designados. Pero fracasó y optó por una especie de libre comercio. El mundo en que vivía Alfonso X estaba lleno de diversidad, y con el territorio que su reino incluía, había una mezcla de judíos, cristianos, y musulmanes. Las regiones de Andalucía y Murcia, que tenían una población musulmana, podían tener sus propios cultos. Se respetaba a los judíos, los cuales fueron muy importantes por Alfonso X. De hecho, algunos trabajos de las ciencias de ese tiempo fueron obras originales de los judíos, no solo traducciones del árabe.
Político y hombre de letras, su reinado fue un periodo de intensa actividad científica y literaria impulsada y dirigida por el propio rey. Su corte se convirtió en centro de cultura y aprendizaje que atrajo a estudiosos de distintas ramas del saber. El monarca reunió a un importante grupo de sabios hebreos, musulmanes y cristianos españoles, que, continuando la obra de traducción y compilación iniciada un siglo antes en la Escuela de Traductores de Toledo, realizaron una importante tarea científica y trasvase del saber oriental a Occidente. Alfonso X dio tal impulso a la lengua castellana que la convirtió en lengua oficial, la usó en todos los documentos y en la redacción de sus obras históricas, jurídicas y científicas. En lengua gallega compuso las Cantigas de Santa María, poesía lírica del que continúa el tema marial frecuente en la época. Pero no sólo fue el impulsor de la lengua castellana, sino, en gran parte, su creador. Fijó las grafías y amplió y flexibilizó la sintaxis con la creación de nuevas conjunciones que aportaron variados matices a la frase. Debido a la variedad de asuntos que trata, el vocabulario se enriqueció y capacitó para la exposición en la lengua castellana.
El año 1284 moría en Sevi­lla el rey Alfonso X de Asturias, de Castilla y de León, que 63 años an­tes había nacido en Toledo. Si la actuación de Alfonso como monarca fue con frecuencia discu­tida, su interés y aportación a las ciencias y las letras le valió con razón el so­brenombre de Sabio, y así se le co­noce universalmente desde la Edad Media, y aún más al entron­car su saber con la línea del huma­nismo renacentista.

LA PROSA
El comienzo de la prosa literaria se suele situar en el año 1251 con la traducción del árabe al castellano del "Calila e Dimna", una colección de cuentos breves de origen oriental e intención didáctica, cuyo título proviene de los nombres de dos lobos hermanos. Calila e Dimna procede en gran parte de una célebre colección de cuentos indios titulada Panchatantra, de donde pasó al árabe y de éste fue vertido al castellano a instancias de Alfonso X el Sabio, siendo éste aún infante, en la escuela oficial de traductores de Toledo. También en la misma época (hablamos del 1253) se traduce el Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mujeres , que es igualmente una colección de cuentos orientales, tal vez indios, traducidos al persa, luego al árabe y posteriormente al castellano por orden del hermano de Alfonso X. El Sendebar trata de las argucias, malas artes y enredos de las mujeres para conseguir sus propósitos y constituye una de las primeras manifestaciones de la literatura misógina tan frecuente en la literatura posterior.
El rey Alfonso X el Sabio manifes­tó siempre su predilección por To­ledo, que consideraba el centro del mundo científico de su época. Por ello tomó el meridiano que pasa por el castillo de San Servando como punto de referencia para las mediciones de sus tablas astronó­micas y lo hizo en el observatorio que él mismo fundó en el propio castillo, donde se reunían los tra­ductores de las obras científicas. Se puede-decir que la Escuela de Traductores de Toledo tuvo una segunda etapa de esplendor vin­culada a la figura del rey toledano. La primera Escuela de Traductores toledanos se inició bajo la protección de los arzobis­pos de Toledo. Don Raimundo de Borgoña, arzobispo de 1126 a 1152, reunió el primer grupo de traductores, a cuyo frente puso a Domingo Gundisalvo. Esta primera asocia­ción parece que estaba formada por los clérigos que desconocían el árabe y utilizaban los buenos ofi­cios de los toledanos bilingües como el judío converso Juan His­palense (o Ibn Dawut, o Juan de Sevilla). Viene después el empujón de Alfonso el Sabio. Su obra en la Es­cuela de Traductores de Toledo es un gran esfuerzo de recopila­ción y divulgación cultural, impulsado en este último aspecto por el uso de la lengua vulgar. Y si al rey corresponde el valor de la iniciati­va y de la dirección, y hasta, en al­gunos casos, la labor personal de corrección, su obra no puede con­cebirse más que como fruto de su equipo de traductores, refundidores y especialistas. A Toledo acudieron, en tiempos del rey Sabio, los hombres de cien­cia de "las tres culturas", o de "las tres religiones". Producto de esta colaboración son las obras históricas, astronómicas y científicas que, procedentes de la cultura oriental, a través de Toledo, se di­fundieron por toda Europa.

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