domingo, 12 de enero de 2020

YERMA. RESUMEN POR ACTOS.

En Yerma, Lorca nos muestra su especial visión del amor desde un ángulo particular: el de la procreación. Yerma es la tragedia de la esterilidad, del deseo maternal frustrado. Yerma representa a la mujer llena de vitalidad que desea realizarse como tal y su marido es un personaje mezquinamente desapasionado. La imposibilidad de la llegada del hijo representa y resume el drama de la falta de amor entre ellos. Todo esto presentado en el marco rural que aprisiona y encierra ancestrales pasiones y prejuicios.

Acto primero

Cuadro primero
Al abrirse el telón vemos a Yerma dormida envuelta en una luz de ensueño. Cruza la escena un pastor con un niño cogido de la mano y vestido de blanco. Cuando salen la luz se cambia a la de una mañana de primavera.

Empieza la obra con una conversación entre Yerma y Juan, su esposo. En ésta se pone de manifiesto por una parte, el carácter seco de Juan, que no se deja cuidar, querer, pero que tampoco quiere cuidar y querer y como todo esto preocupa a Yerma, y por otra el hecho de que no esperan hijos, esa infertilidad que es el núcleo de la obra. Una doble infertilidad por tanto, la del amor en la pareja y la del fruto de ese mismo amor.

Mientras Juan sale a trabajar al campo, Yerma queda sola cosiendo y cantando como si hablara con un niño. Entra por la puerta María con un lío de ropa que ha comprado en la tienda, Yerma le pregunta si se va a hacer una blusa y ella le dice que no, que es para hacerle ropa al bebé que espera. Yerma sorprendida (su amiga se casó hace solo cinco meses y ella ya lleva casada dos años) e interesada le pregunta cosas sobre su embarazo y quedan hablando de estas cosas. Yerma se muestra preocupada por su incapacidad de quedar embarazada y su amiga le dice que ya vendrá.

Sale su amiga y entra Víctor que la ve cosiendo y le pregunta qué hace. Ella le contesta que unos pañales y él le pregunta si está en cinta. Ella dice que no son para ella sino para su amiga. Víctor le dice que en aquella casa hace falta un niño, que debe decirle a su marido que no se preocupe tanto de su trabajo y que se preocupe más por ella. Sale Víctor y ella se acerca al lugar donde él se encontraba parado, respira hondo y vuelve a sus labores. Telón.

Cuadro segundo
En el campo Yerma trae una cesta y se encuentra con una anciana. Yerma le dice que viene de llevarle comida a su marido que trabaja en los olivos. La vieja le pregunta si tiene hijos y ella le contesta que no. La anciana le dice que no se preocupe que ya vendrán y le cuenta de sus dos esposos y de sus catorce hijos. Yerma hallándose en confianza con ella empieza a hacerle preguntas e indagar por la razón de que ella esté «seca». La anciana le pregunta lo que siente por su marido, si lo quiere y si tiembla cuando está con él. Yerma le contesta que una vez le sucedió algo así con Víctor cuando la cogió en brazos para saltar una acequia, pero que con su marido es diferente porque éste se lo dio su padre y ella lo aceptó. Se casó obligada aunque aceptó de agrado porque enseguida pensó en los hijos. Dice que está vacía, pero que se está llenando de odio, que las muchachas que como ella se crian en el campo tienen las puertas cerradas. Se despiden y Yerma pide que Dios la ampare, pero la anciana le dice que cuando llegará el día que las personas nos demos cuenta de que Dios no existe y que los únicos que nos pueden amparar son los hombres.

Sale la anciana y aparecen dos muchachas. Hablan de los hombres que trabajan en el campo. Una de las muchachas dice que tiene que apurarse pues dejó a su hijo solo en casa, ella la reprende por su irresponsabilidad y la muchacha se apresura. Quedan Yerma y la otra muchacha hablando. Ésta le dice que ellas dos están mejor sin hijos. Yerma dice que ella no y le pregunta que por qué se casó. La muchacha le contesta que porque la casaron, que todas se casan, que qué necesidad tenía de casarse con su novio si así estaban bien. Yerma le pregunta si su madre es la que vive en la parte más alta del monte. Ella le contesta que sí y que su madre se llama Dolores. Desaparece la muchacha para ir a darle la comida a su esposo.

Se oye la voz de Víctor que canta, Yerma también canta y se tropiezan en escena. Hablan, ella le pregunta si era él el que cantaba y él le contesta que sí, que es alegre, igual que ella es triste. Contesta que tiene motivos para serlo y él le dice que su marido aún es más triste. Yerma interrumpe la conversación porque dice ha oído llorar un niño. Aparece Juan, que le pregunta qué hace allí. Dice que hablaba. Se despide Víctor y sale. Juan le dice que debería de estar en la casa, que así solo da que hablar a las gentes. Yerma maldice a las gentes y Juan la reprende y le pide que se vaya a la casa. Yerma le pregunta si lo espera y él le dice que no, que estará toda la noche regando, que se acueste y se duerma. Yerma asiente dramática.

Acto segundo

Cuadro primero
Con el telón cerrado se oye el canto de las lavanderas en el arroyo.

Hablan de que Juan se ha llevado a sus hermanas a vivir con él y Yerma. Dicen que antes cuidaban la iglesia y ahora la cuidaran a ella. Comentan que la noche anterior Yerma la pasó en el tranco a pesar del frío. Le cuesta estar en su casa. La reprenden y otra dice que entiendan, pues no tiene hijos, pero no es su culpa. Otra dice que tienen hijos las que quieren tenerlos. Enseguida especulan sobre si se la ha visto con otro hombre. Dicen que en dos ocasiones, pero que solo hablaban. Hablar no es pecado, pero las miradas dicen mucho. Mientras tanto, dicen las lavanderas, que el marido está ciego y sordo, que todo se arreglaría si tuvieran hijos, que cada día aumenta el infierno en aquella casa. Sigue la algarada entre las mujeres, hasta que de pronto entran las cuñadas. Inmediatamente se ponen a hablar de los rebaños que pasan por allí cerca, salen todos excepto el de Víctor. Las lavanderas recitan unas tonadas sobre las mujeres y sus maridos, sobre la casada seca y sobre los niños, los hijos. Mueven y golpean los paños al ritmo del recitado. Telón.

Cuadro segundo
Atardece en casa de Yerma, Juan se dirige a las cuñadas.

Juan pregunta que dónde está Yerma, debe estar en la fuente, pero ya saben que no le gusta que salga sola. Dice que le sirvan la comida pues bien se la tiene ganada con su trabajo. Reprende a las hermanas, pues una debería salir con Yerma y no dejarla sola.

Entra Yerma con dos cántaros y queda parada en la puerta. Empiezan una discusión, él le hecha en cara que salga tanto y ella que siempre esté en el campo. Él le dice que solo quiere vivir tranquilo y que no lo está. Ella le contesta que no le da ningún motivo para ofenderlo, pues viva sumisa y lo que sufre se lo guarda. Él dice que no la entiende, que no la priva de nada, que quiere dormir fuera y pensar que ella duerme también. Ella dice que no puede dormir. Él le dice que no le falta nada. Ella dice que sí le falta. Juan le dice que ya está otra vez con las mismas, que ya han pasado cinco años y que él ya casi lo ha olvidado. Yerma dice que nunca se resignará y Juan le pide que tenga la boca cerrada porque no quiere oír habladurías de las gentes. Le dice que coman y Yerma que coman ellos, que ella no tiene hambre todavía.

Aparece María que pasa rápido por la puerta. Yerma la llama y le pregunta por qué pasa tan rápido. María le contesta que siempre que lleva el niño en brazos lo hace así pues al verla Yerma siempre llora. Pasa María y Yerma toma al niño en brazos, vuelve a quejarse con su amiga y le dice que cada vez tiene menos esperanzas. María le dice que eso está muy mal. Hablan sobre su esposo y las cuñadas y sobre las habladurías de la gente de que le gusta otro hombre. Yerma dice que aunque fuera así, lo primero de su casa es la honradez. María se lamenta de lo que está pasando su amiga y se marcha.

Aparece la muchacha con la que habló en el camino y le dice que su madre la está esperando. Entra Víctor preguntando por Juan. La muchacha se despide diciéndole que la esperan, en tono cómplice. Víctor viene a despedirse pues se va con sus hermanos, como quiere su padre. Yerma le pregunta que por qué se va si allí la gente le quiere y le recuerda cuando la cargó en brazos. Víctor dice que todo cambia y ella le contesta que hay cosas que nunca lo hacen. Aparece Juan y dice que le compró los rebaños a Víctor. Se despiden y hay una tensión entre Yerma y Víctor. Salen y Yerma queda angustiada mirando su mano que acaba de estrechar la de Víctor. Aparece la muchacha de nuevo y sale Yerma con ella.

Queda la escena a oscuras y aparece una hermana con una vela llamando a Yerma. Aparece la otra cuñada y las dos salen por la puerta llamándola. Entre los gritos de ¡Yerma, Yerma!, se oyen a lo lejos los ruidos de los pastores.

Acto tercero

Cuadro primero
Está amaneciendo. En casa de Dolores la conjuradora. Entra ella con Yerma y dos ancianas.

Dolores le dice que muchas veces hizo estas oraciones en el cementerio con mujeres que ansiaban hijos y todas tuvieron miedo menos ella. Yerma le dice que ella vino por el resultado y porque piensa que Dolores no es mujer engañadora. Hablan sobre otras mujeres que hicieron las oraciones y quedaron embarazadas. Una anciana dice que las mujeres que no pudiesen tener hijos, no los deberían de desear. Yerma le contesta que ella piensa eso porque ya es vieja, pero ella solo piensa en el presente y en tener a su hijo. Le dicen que mientras tanto debe ampararse en el amor a su marido, que es un hombre bueno. Ella dice que sí, pero que siente que en la cama cuando está con ella es como si fuera un hombre frío. Ella dice que no ansía tener hijos.

Todas le aconsejan que se vaya pues ya va a amanecer y no conviene que la vean sola. Yerma pregunta cuáles son las oraciones que debe repetir. De pronto se oyen fuera voces. Llaman a la puerta. Abren y aparecen Juan y las dos cuñadas. Juan la reprende y Dolores le dice que no ha hecho nada malo. Juan le contesta que lo lleva haciendo desde el día que se casaron, clavándole los ojos, pasando las noches en vela y llenando de malos suspiros sus almohadas. Yerma le dice que ella es una mujer honrada y que él no tiene nada que reprocharle. Juan contesta que todos en el pueblo murmuran y lo miran mal, que qué es lo que busca. Ella le contesta que lo busca a él y se tira a sus brazos, pero Juan la aparta bruscamente y la tira al suelo. Yerma maldice su sed de tener un hijo y Juan la reprende pues se oyen voces de gente afuera. Juan le pide silencio y salen mientras Yerma va diciendo: «Una cosa es querer con la cabeza y otra cosa es que el cuerpo, ¡maldito sea el cuerpo!, no nos responda.»

Cuadro segundo
En los alrededores de una ermita en plena montaña. Hay un carro y una tienda rústica hecha con mantas en la que se encuentra Yerma. Entran mujeres con ofrendas a la ermita cantando.

La vieja pagana que habló al principio con Yerma reprende a las mujeres, pues cada año vienen a pedir hijos al santo y cada año llegan más hombres solos a esta romería. Discuten las mujeres y la anciana y salen.

Entra María con una muchacha. María dice que le costó mucho que Yerma viniera, que trae una mala idea aunque no sabe cual es. Hablan de nuevo sobre los hijos, sobre que los tiene el que los tiene que tener y sobre los hombres solos que cada año vienen en mayor número a la romería. Salen.

Entra Yerma con seis mujeres que van a la iglesia, van descalzas y llevan cirios. Empieza a anochecer. Recitan oraciones. Entran a la iglesia.

Salen muchachas corriendo con cintas, se forma una algarabía que va en crescendo. Crece el ruido y aparecen dos máscaras populares, una como macho y otra como hembra. Danzan, el fondo se llena de gente que grita. Un niño dice que son el demonio y su mujer. Recitan unos versos y danzan, representan una especie de ritual de fertilidad. Salen todos bailando.

Aparece la vieja pagana y al entrar Yerma le pregunta que por qué ha venido. Yerma dice que no sabe. La vieja le pregunta por su marido y ella contesta que está allí bebiendo. La anciana le dice que ya es hora de decir lo que no se puede callar, que la culpa es de su marido, que su casta no es buena, pero sin embargo la de ella sí lo es, que tiene hermanos y primos a cien leguas a la redonda. Le dice que qué espera para marcharse, le sugiere que se vaya con su hijo, que su casa necesita una mujer, que se vaya con su hijo y vivirán los tres juntos y su marido no podrá hacer nada. Yerma apela a su honra y dice que nunca lo haría, que ella ya no busca, que es como un campo seco. La vieja le contesta que siga así marchita, que no le da ninguna pena y que ella buscará otra mujer para su hijo. Se va la anciana.

Yerma se dirige al carro y aparece detrás del mismo su marido.

Yerma le pregunta si ha oído todo. Él contesta que sí y ella le pide que la deje en paz. Juan le dice que ya es hora de que él hable y también se queje, pues ya está harto de amarguras y de cosas oscuras, que a él solo le importa lo que tiene entre las manos, que muchas mujeres serían felices sin hijos. Yerma le pregunta que entonces qué buscaba en ella. Él le contesta que a ella misma, pero Yerma se revuelve preguntando por su hijo. Juan le contesta que nunca lo tendrán, que se resigne, que viva en paz. La abraza. Ella le dice que qué busca, él que la bese. Yerma da un grito y aprieta la garganta de su esposo hasta matarlo.

Queda Yerma hablando sola. «No os acerquéis, porque he matado a mi hijo, ¡yo misma he matado a mi hijo! Acude un grupo que queda al fondo y se oye el coro de la romería.


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